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​Sí, la salida para el país, con o sin conversaciones en La Habana es la educación. De eso estamos seguros todos. Sin embargo, ¿qué entendemos por educación?

​ Vamos por partes: Primero, la educación no tiene mucho que ver con lo que miden las pruebas Pisa o Saber (eso lo argumentaremos luego). La educación tiene que ver más bien con las prácticas que instaura la sociedad para conseguir transformaciones culturales orientadas a lograr asuntos como los siguientes:


  1. Satisfacciones de los asociados, esto es, de todos.
  2. Seguridad social, individual, corporativa, etc.
  3. Posibilidades de realización individual y colectiva.

 
Y cada uno de estos asuntos se pueden detallar más y más. Y eso es lo que haremos 
Si nos encontramos con que en el país existe cada día más corrupción, tenemos elementos para dudar de la calidad de la educación.
Si corroboramos que la impunidad es alarmante y tan corriente que ni siquiera nos sorprende, hay elementos para dudar de la calidad de la educación.
Si constatamos que día a día tanto la desigualdad como la inequidad son mayores en el país pero que lo que sucede, se ve como asuntos lógicos y naturales hay elementos para dudar de la calidad de la educación.
Si ya se ha claudicado frente a la posibilidad de estar informados sin mentiras ni ocultamientos y se sabe que están mintiendo y que hay tergiversaciones y que frente a ello, no pasa nada, hay elementos para dudar de la calidad de la educación. Si los edificios se caen, los acueductos no funcionan, las autopistas no tienen reparaciones duraderas, los servicios públicos colapsan, hay elementos para dudar de la calidad de la educación. Sería caricaturesco pensar en que si se mejoran los resultados censales la calidad de la educación es mejor aunque todas estas cosas sigan sucediendo.
 
En el mismo sentido no es descabellado pensar en que esos corruptos, indolentes, desalmados y mentirosos a que me refiero y que son responsables de las quejas que señalé, posiblemente tuvieron excelentes pruebas Icfes y Pisa y, además, seguramente estudiaron en muy buenas universidades. Así pues, muy posiblemente se trata de personas instruidas, pero con una educación detestable. Esa pregunta no se ha contestado aún: ¿En dónde estudiaron los corruptos, los protagonistas de las diversas formas de impunidad, quienes legislan a favor de una clase opulenta o dirigente a expensas de las satisfacciones mínimas de la mayoría de la sociedad?
 
Así pues, volviendo al comienzo, la pregunta es, de quién depende la educación y cuál es la educación con que soñamos. Creo que la salida para el país, con o sin conversaciones en La Habana es la educación y que tenemos algo (mucho) que aportar en ello, pero es muy importante tomar las cosas con beneficio de inventario.
 
Dino de Jesús Segura