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​Durante este fin de semana varios artículos de opinión planteaban la importancia de la educación y el estado deplorable en que se encuentra actualmente en nuestro país. Aunque comparto las preocupaciones quiero puntualizar que en primer lugar la educación no se mide con las pruebas internacionales, como ya lo había planteado. Y, en segundo lugar, que el conocimiento tampoco se mide con pruebas.


Cuando se trata de hacer esto, lo que solemos medir es información, procedimientos, algoritmos, etc., que no son conocimiento.  A propósito, sostengo que una de las fallas grandes del sistema educativo es la confusión que existe entre conocimiento e información y, en ese sentido, el compromiso de la academia con la información mientras que el conocimiento se encuentra abandonado.
 
Comencemos con algunos elementos de esta discusión: A diferencia de la información, el conocimiento no es algo que exista  independiente de las personas. La información sí, y es en ese sentido que existen bancos de información, fuentes de información y hoy por hoy los cada día más poderosos motores de búsqueda de información.
 
 El conocimiento  desde esta perspectiva es similar a la experiencia. No es algo de lo cual podemos afirmar que exista ahí en abstracto, independiente de los sujetos, se trata más bien de algo que le permite a cada quien aproximarse a los problemas y dificultades de manera idiosincrásica, de una forma propia que ha venido construyendo en el vivir.
 
Esa forma de actuar dependerá mucho de la experiencia, pero en otras oportunidades puede depender más de la información; en otras, de las lógicas o del razonamiento. En otras, de la creatividad y la imaginación. En otras, de nuestros valores éticos y estéticos y por supuesto, de los principios que orientan nuestra vida (que no dependen exclusivamente de la experiencia).
 
En otras, de las discusiones y conversaciones que se den con otras personas que participan de alguna manera en las búsquedas. Ahora bien, lo que sucede es que casi siempre, todos estos factores están presentes pero con énfasis diferentes en la toma de una decisión, en el momento en que actuamos. La acción está orientada por el conocimiento.
 
Ahora bien, para que tales factores surjan en la interacción del sujeto frente al problema, es necesario que exista una tensión emocional que desemboque en el compromiso con la búsqueda y la voluntad para mantenerse en ella.
 
Así pues, es solo cuando existen asomos de compromiso y de voluntad que se pueden esperar por ejemplo, la lucidez de la lógica y el razonamiento, la sorpresa de la creatividad y la imaginación, la cordura y mesura de los valores y principios, la plenitud de opciones y desvaríos de las conversaciones y discusiones.
 
Con seguridad todas estas cualidades del proceso cognitivo no emergen si lo que debe hacerse no posee sentido para quien lo ejecuta y por consiguiente si no existe la pertinencia. Hay algo más, el enriquecimiento de la experiencia y el desarrollo de esos elementos que hemos mencionado antes como la creatividad y la imaginación, los valores éticos y estéticos, la lógica y el razonamiento no son el resultado de narraciones o peroratas sino del ejercicio en la toma de decisiones.
 
 Si vamos por el mundo de la mano de alguien que toma las decisiones, para llevarnos por dónde debemos caminar, muy poco conoceremos del mundo. Para realmente conocer es necesario mantener funcionando permanentemente el bucle de recursividad en el que instante tras instante las vivencias se confrontan con las expectativas en procesos de ajuste, recapacitación, aprobación, etc.
 
Es en este ejercicio permanente de toma de decisiones que se proyectan como aciertos o desaciertos, que las conquistas de la imaginación o la lógica, consiguen su desarrollo y afianzamiento. Así pues, la creatividad se proyecta como una cualidad cuando se han vivido sus consecuencias en la toma de decisiones y, adicionalmente, cuando se han consolidado orgullos y satisfacciones por lo que se ha conseguido.
 
Estas cualidades no son extrañas en nuestra vida y se identifican fácilmente cuando observamos el comportamiento de los niños pequeños, en sus búsquedas, invenciones y descubrimientos frecuentes. Tal vez eso explica la algarabía, entusiasmo y compromiso con que asumen sus juegos y retos permanentes. Allí todo, la experiencia, la creatividad, el razonamiento, etc., están en juego y las sorpresas y satisfacciones son inocultables.
 
Pero lo que sucede es que en las instituciones escolares con frecuencia se insiste mucho en aprender información y se hace muy poco por lograr vivencias de conocimiento.
 
Volveré sobre este tema en otro artículo.
 
Dino Segura