​Dos escuelas, dos perspectivas

Imagen

Existen dos tendencias muy bien definidas con respecto a lo que deben ser las escuelas en el mundo. Unos piensan en hacer escuelas que satisfagan las necesidades de las multinacionales y las carencias de las naciones del primer mundo, que tienen que ver con la disminución de jóvenes y niños y las perspectivas claras de sociedades geriátricas. Otros, tienen que ver con pensar en escuelas que den respuesta a las posibilidades puntuales del entorno en el que está la escuela.

Como representantes de la primera tendencia tenemos a quienes relacionan la calidad de la educación con los resultados de la pruebas de estado e internacionales, entre quienes se encuentran los gobiernos y quienes toman decisiones sobre el sistema educativo.  ​ La cosa es clara si recordamos que las tomas de decisiones están mediadas por las políticas hemisféricas que como máximos representantes tienen a la banca internacional, que nos dicen qué hacer, en qué gastar el dinero y a quienes comprarles y a quienes no, lo que se requiera para ejecutar las políticas.


Digamos algo más al respecto. Para esta corriente de opinión, lo que deben hacer las escuelas es lograr buenos resultados en las evaluaciones. Para lograr una buena evaluación en una prueba estandarizada internacional no se requiere saber en qué país se vive, cuáles son sus problemas más importantes, cuáles son las posibilidades de desarrollo puntuales con que se cuenta, qué importancia tiene por ejemplo la biodiversidad.

​No. Lo que se requiere es la habilidad para demostrar una forma estandarizada de pensamiento, que nos llevará a que los niños de todo el mundo resuelvan los problemas de los textos de la misma manera, den las mismas respuestas y aprendan de la misma forma, les guste la misma música y coman las mismas comidas de la sociedad estandarizada de consumo. Porque, no lo olvidemos, se trata de una imposición cultural.
 
En el otro lado estamos quienes nos mantenemos convencidos de que la escuela es un vehículo para propiciar las transformaciones sociales. En otras palabras, nosotros no concebimos que la tarea de la escuela sea reproducir la sociedad que estamos viviendo. Y si queremos que la escuela se comprometa con la transformación social es fundamental que conozcamos nuestro país, sus posibilidades derivadas de su patrimonio y también de su historia de realizaciones.

Es por ello que no solo queremos que se conozca nuestra biodiversidad sino que nuestros niños sepan que aquí hay científicos de altura universal cuyas investigaciones, inventos y propuestas han cambiado el mundo.

Es por ello que queremos que en las escuelas los niños aprendan a inventar y que sepan –porque lo han vivido– que son capaces de solucionar problemas difíciles y a trabajar exitosamente en grupo. Es importante que se sepa que el conocimiento es un horizonte de realización para el país y para los jóvenes más importante y promisorio que la minería y que todas las posibilidades extractivistas.

Es por ello que queremos que se conozca el saber de nuestros campesinos y comunidades indígenas que han encontrado soluciones eficaces y desconocidas en occidente para muchas situaciones como la relación con el entorno, los tratamientos médicos, las opciones alimentarias, etc.

Es por ello que queremos que se profundice en la importancia del trópico con sus problemas y posibilidades, sus climas y variedades, su música, literatura y en general su arte, que por su creatividad e imaginación son objeto de admiración en el mundo.
 
Si. Hay  dos maneras de ver la escuela:  La vemos como el instrumento para  la formación de los niños para satisfacer la necesidades del primer mundo.  O la vemos como un elemento que contribuya a nuestra realización como pueblo, como nación y como individuos.
  
Dino Segura