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Me parece que mientras se siga considerando el matoneo como un hecho aislado en la comunidad escolar, es muy difícil superarlo. Yo considero que el matoneo está relacionado directamente con el ambiente educativo del colegio y que se origina en general de las relaciones que se establecen entre lo institucional, la autoridad y lo individual, en un marco de valores no explícito pero que está presente y que varía de persona a persona. Estos son unos ejemplos de ello.
 
1. Podemos insistir en que somos iguales y al tiempo justificar que se den calificaciones distintas a estudiantes que estudian y se comprometen similarmente. Eso crea un ambiente de injusticia que es más determinante cuando constatamos que la nota no corresponde a los resultados en las pruebas sino también a elementos de comportamiento y a veces de preferencias inocultables. Al pensar en el respeto a la diferencia debemos recordar que frente al rendimiento, todos somos distintos.


2. Los tratamientos des-obligantes que se presentan cuando los maestros, con la autoridad que los acompaña hacen burlas (o incluso o encomian desmedidamente) asuntos relacionados con las diferencias individuales ya sea en lo físico (estatura, por ejemplo), el aprecio por su apariencia (feo o bonito, por ejemplo), el comportamiento (maneras de caminar o de reírse), o el rendimiento o una respuesta equivocada en el aula, o por los útiles que se poseen, crean entornos de irrespeto validados desde lo establecido.
3. Las medidas administrativas que convierten las diferencias y situaciones coyunturales en acontecimientos que inciden en el bienestar de los niños y aún de los índices de rendimiento o en la pérdida de elementos importantes para la vida escolar. Es el caso de sancionar los retardos con notas y de tratarlos sin considerar los elementos de contexto.
 Cuando institucionalmente no solo se tolera sino que en ocasiones se hace uso de la injusticia y la agresividad, eso se convierte en un valor en las relaciones interpersonales y en la manera de resolver las diferencias y se legitima el uso de la fuerza, la autoridad, el status, el poder del dinero o incluso la aceptación por la belleza o por alguna inteligencia específica para maltratar o para dirimir las discusiones que entonces dejan la argumentación, la lógica o el buen juicio relegados a un segundo plano.
 Este tipo de relaciones puede mitigarse en familia cuando se comenta allí lo que sucede en la escuela, sin embargo  nos podemos encontrar con ocasiones escasas de comunicación e incluso con refuerzos negativos de parte de la casa. Una consideración similar podría resultar de otros agentes accidentales de la educación como los medios de comunicación.
 Es por ello que las cosas seguramente no se arreglan con discursos ni peroratas, menos aun con con amenazas o sanciones. El problema posiblemente está en nosotros mismos y en la manera como afrontamos nuestras dificultades y tratamos de solucionar nuestras diferencias.
 
 Dino Segura