​Hablando de todo un poco

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La polémica desatada a propósito de la reforma de los manuales de convivencia evidencia varios elementos lamentables que nos caracterizan.
 
Para comenzar, se evidencia la ausencia de criterios pedagógicos al establecerse caminos para superar o eliminar problemas que como las discriminaciones de género son de carácter cultural. Lo pedagógico es una carencia que vemos en los mandatos tanto de la Corte Constitucional como del Ministerio de Educación. 
 
1. Solo quien no conoce la escuela o no la vivido conscientemente puede pensar que los problemas de discriminación se arreglan con reformas en los manuales de convivencia. Los manuales de convivencia son una ilusión de quienes por una parte creen que las  normas son primero y las conductas y comportamientos después, de tal suerte que las conductas se pueden orientar formativamente desde la obediencia, y por otra, que los valores culturales se pueden desconocer y superar simplemente con normas o consideraciones retóricas
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2. Encontramos también una ignorancia generalizada con respecto a lo que se discute. Entonces las carencias de información calificada se suplen con opiniones o referencias moralistas y alusiones mentirosas. Por ejemplo, la discusión entre un profesional contemporáneo y alguien que sostiene que los homosexuales son seres poseídos por un demonio es difícil (si no imposible) y creo que sólo si por encima de ella se coloca la necesidad de lograr consensos o acuerdos mínimos, se puede llegar a algo ¡Y pensar que TODO eso somos los colombianos!
3. Se olvidan procedimientos y prácticas que los maestros sabemos que son irremplazables cuando se trata de buscar transformaciones reales en las conductas, se trata de propiciar conflictos y cuestionamientos a partir de la cotidianidad. Con los manuales de convivencia (cuando funcionan), por el contrario, suelen eludirse las discusiones y las responsabilidades. Lo que se hace cuando se aplican los manuales, se hace porque el manual lo establece, quien lo aplica se lava las manos, no es cosa suya, es asunto del manual de convivencia. El manual se convierte en un burladero desde el cual se actúa salvando la responsabilidad.
4. Por otra parte, nos encontramos con prácticas desleales e indeseables que nos muestran el oportunismo. Frente a la situación se trata de sacar provecho politiquero y lo fundamental se pierde,  no se hacen esfuerzos para contribuir a superar las dificultades. A los oportunistas no les importa el país, lo que juega entonces son los intereses individuales y mezquinos.
 
Lo que parece claro es que si queremos transformar los valores, la tarea más delicada se debe dar en la familia y en lo medios de comunicación que inciden permanentemente en la vida y la formación de niños y jóvenes (y todos). Claro que la escuela tiene incidencia y podría ser aún más importante, pero para eso tiene que cambiar asumiendo, entre otras cosas, su papel como transformadora de la cultura y de la sociedad. Mientras su tarea se circunscriba a lograr que los niños memoricen datos y algoritmos y enunciados y resultados, la mayoría de las veces inútiles, no va a pasar nada. Mientras sigamos pendientes de las pruebas internacionales difícilmente habrá tiempo para lo importante.
 
Porque así como está la escuela y, en general el sistema educativo, es un entorno en el que existen múltiples segregaciones, no sólo de género. Y aunque la escuela sabe que esto sucede, no le importa, simplemente recogen las injusticias bajo el título de ‘’factores asociados” y, ya, las cosas se eluden sin hacer nada.
 
​DINO SEGURA