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Me parece que con el ropaje de la democracia y la estrategia de la libertad de información han ido creciendo en nuestros medios de comunicación en escenarios diversos de banalización de lo importante.
Todos sabemos que en cuanto se acrecienta la velocidad de las comunicaciones y se constata la presencia de documentos testimoniales de lo que sucede mediante los videos, correos, interferencias y hackers, etc., es mucho más difícil hacer cosas a escondidas como robar, traficar, calumniar, traicionar, seducir, conspirar o tramar.  Estamos en una situación en que posiblemente “Todo se sabe”.
 
Frente a la inminencia de que todos sabrán lo que hacen o hacemos todos, que podría llevarnos a la indignación y a la exigencia de medidas ejemplares, a castigos merecidos, etc., se nos presenta la banalización de lo importante, que convierte los terribles acontecimientos en una broma, en un chiste, en un lugar común.
 
Si inicialmente los “Panamá papers” eran un escándalo, cuando se supo que en ellos estaban incluidos cientos de personas, el asunto perdió importancia para la gente ¡Eso ya no es noticia!
 
Si inicialmente el “Oberbrech” affair fue escandaloso, cuando se comentó que todos estaban en él, que todos son lo mismo, entonces ¡Ya no es noticia! Entre otras cosas porque lo que se busca es que estén unos y no los otros para establecer una especie de “reality”. Y cuando se logra colocar a unos en frente de los otros entonces la audiencia aumenta con la expectativa de ver qué sucede cada día, qué dijo este y cómo respondió el otro y ya no nos interesamos por el delito sino por el espectáculo, por los insultos, los denuestos e imprecaciones. Como ya no nos interesa el delito sino el “reality”, entonces ni siquiera nos sorprende la impunidad.
 
Y para la banalización de la información existen diversas estrategias, dependiendo de los públicos. En unos casos están las caricaturas, en otros los foros, en otros las polémicas.
Y en esta banalización han caído prácticamente todos los periódicos y noticieros. En unos casos se trata de cambiarle de nombre a las cosas para quitarle su carácter político y convertir el asunto en un chiste, entonces se habla de “Jidis-política”. Entonces ya no se piensa en el delito (que condujo a una reelección presidencia) sino en las circunstancias curiosas de los acontecimientos y el asunto se centra en ellas. Es tan sorprendente el asunto que el centro de la atención es entonces  “Jidis” y un poco los ministros (Sabas y Palacios), pero el directamente beneficiado se mantiene en la sombra.
 
En otros casos se pone en boca de los personajes afirmaciones acomodadas y mentirosas para luego reírse de lo que dijo el personaje, sabiendo que el personaje no lo dijo, pero utilizando entrevistas ficticias como medio para deformar a las personas y su pensamiento y banalizar las opiniones. Habría que ver cómo en nombre de la libertad de prensa existe entonces una libertad para la difamación y la mentira.
 
Tenemos entonces que en medio de los chistes y las bromas, se burlan y construyen imágenes lamentables de personajes muy queridos por todos como: Nairo y James y Leonel, que no deberían tolerarse.
 
Pero la banalización de la realidad y la ridiculización de propuestas serias e importantes se da también en foros en los que supuestamente participan los especialistas. En esos foros lo que dicen unos es comparable con lo que dicen otros en unos escenarios en los que todo vale. Entonces en los mismos foros nos encontramos a quienes defienden sus intereses, en algunos casos a pesar de estar “sub-judice” en frente de quienes desde la buena fe piensan en los intereses del Estado.
 
Creo que la democracia tiene que ver con la búsqueda de caminos para resolver problemáticas de interés público, que son consideradas por quienes discuten como de su incumbencia y que quienes participan en ella solo deben hacerlo si esos son sus intereses. Pero poner a conversar públicamente a quienes están propendiendo por el interés público con quienes están defendiendo sus propios intereses no es un ejercicio de la democracia, ni una manera lícita de contribuir a la construcción de opinión pública.
 
Finalmente, aceptar en las discusiones datos inexactos, referencias de autoridad mentirosas y “evidencias” inexistentes, debería sancionarse en cuanto esos foros deberían garantizar que no pueden ser utilizados para engañar. Una consideración semejante vale para el ocultamiento artero de la verdad.
 
Sobre esto debemos propiciar un debate. Si nos indignamos porque hay quienes sustentan sus apetitos en calumnias y mentiras y entonces mueven a miles de personas en el tan cacareado populismo de derecha que se está imponiendo en el mundo, debemos cuidarnos de lo que están haciendo los foros y mesas redondas y programas de caricatura que son el medio mediante el cual el populismo de derecha está llegando a todas partes.
 
Dino Segura