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Una pregunta que se han planteado muchos y que aparentemente se mantiene sin respuesta es de verdad interesante. Parece como si eso no significara nada y de verdad, el asunto  no es tan claro. En mi opinión falta un vínculo. La relación que puede existir entre la vida del país y la guerra. O, entre la vida del país, entre todos nosotros y la paz. Lo que me parece que no es claro para muchos es la respuesta.
Se entregaron las armas, incluso en gran medida se acabó la guerra y, eso ¿En qué me afecta? ¿Cómo mejora al país?  Repito, independientemente de la incredulidad frente al proceso y en particular frente al desarme, el citado vínculo no existe. Se acaba la guerra y el desempleo se mantiene. Se acaba la guerra y continúa la corrupción. Se acaba la guerra y Colombia sigue siendo uno de los países con mayor inequidad o, mejor, se acaba la guerra y no vemos por ninguna parte asomos de políticas que se opongan a la inequidad.
 
¡Se acaba la guerra y el dólar sigue subiendo¡ Se acaba la guerra y Santos, en nombre de todos nosotros se muestra preocupado y reitera cotidianamente que la democracia está en peligro en Venezuela. (Tal vez aquí no está en peligro, porque ¡No existe¡ Una de las características de la democracia es la búsqueda del bienestar para todos, o al menos para las mayorías, para los más necesitados. Cómo será nuestra democracia ya que Colombia es uno de los países con mayor concentración de la riqueza y estamos con la tendencia a aumentar esa concentración. Otra característica de la democracia es el respeto por los derechos humanos. Y ¿Cómo andamos con el derecho al trabajo, a la salud, a la educación? En el momento todos esos derechos fundamentales están medidos por el poder adquisitivo de cada quién, entonces ¿Cuál es nuestra democracia?
 
Volvamos al principio.
Con la entrega de armas se consolida un acuerdo reciente firmado varias veces entre dos opositores: el gobierno y la insurgencia. Como ninguno pudo vencer al otro, decidieron arreglar las cosas por las buenas. Por una parte, la guerrilla reclamaba que este es un estado injusto, sin opciones para las mayorías y sin políticas económicas para todos, en particular sin opciones para los campesinos. En fin, planteaba que el país había llegado a estos niveles de inequidad por las políticas equivocadas de quienes nos han gobernado. Decían también que su guerra en contra de la clase dominante era una guerra que defendería los derechos de todos, no solamente de la guerrilla. Ellos estaban en guerra por todos nosotros, se buscaba con la guerra un país más justo.
Por otra parte el gobierno sostenía que la imposibilidad del desarrollo había encontrado en la guerrilla y con ello, en la inseguridad del campo (y la ciudad) el mayor obstáculo. Que si el campo se hacía seguro y se recuperaba la totalidad del territorio, existirían posibilidades de desarrollo. Que la guerra contra la guerrilla era una guerra de todos, que todos deberíamos unirnos en contra de las Farc.
 
En fin mientras para la guerrilla el estado de postración del país es una consecuencia de los gobernantes que hemos tenido quienes solo han estado preocupados por enriquecerse y garantizar su permanencia en el gobierno. Para el gobierno el principal obstáculo era precisamente la guerrilla, que no dejaban hacer bien las cosas. Por otra parte, decía el gobierno, que la guerra de las Farc no era contra el gobierno sino contra todos los colombianos.  (El tráfico de coca no es un elemento clave en cuanto ni nuestros gobernantes ni la guerrilla está exentos de tal pecado, de pronto entre ellos lo que encontramos es contubernio).
Como consecuencia de lo dicho, con la desaparición de las FARC, el gobierno puede instaurar el país que siempre quiso pues ha desaparecido el elemento que se oponía a ello.
Con la vuelta a la vida civil, la guerrilla tiene como tarea lograr a través de los medios previstos (llegar al poder legislativo) impulsar otras leyes, otras concepciones de convivencia, solo entonces tendríamos un país justo.
 
Claro, estos planes están acompañados de acuerdos para que tanto la guerrilla como el gobierno restauren, indemnicen, devuelvan a las víctimas lo que les arrebataron durante la guerra y en nombre de ella.
 
Claro, estos planes están acompañados también de acuerdos para que las zonas abandonadas que son principalmente campesinas vuelvan a ser lugares seguros desde donde se pueda garantizar no solo la seguridad de quienes las habitarán sino de todos nosotros que ya no tendremos que traer de muy lejos lo que aquí se produce.
Así pues, la entrega de armas de la guerrilla es un acto emblemático que si bien reafirma el estado de tranquilidad que vivimos desde hace unos 20 meses, lo único que hace es ponernos a soñar con que lo que quieren los unos y los otros sea posible sin volver a empuñar un arma.
 
Entonces, como lo que se consolida con la entrega es el derecho a soñar, hay muchos que tienen razones para dudar y suspirar ante la posibilidad, siempre latente, de una pesadilla.
 
Dino Segura