​​​Ya es hora de que hable el conocimiento

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 ​​​En su libro Daños Colaterales, Z. Bauman (2011) plantea, que una de las promesas que surgieron con el advenimiento de lo que hemos denominado modernidad, es la superación de la incertidumbre para con ello liberarnos de la dependencia de la fortuna o del azar. A propósito, él argumenta lo anterior afirmando que la incertidumbre es la suma de dos elementos, la ignorancia y la impotencia y precisamente son entonces, por una parte el conocimiento que nos liberaría de la ignorancia y la tecnología, que nos liberaría de la impotencia en cuanto nos diría cómo actuar ante los problemas de acuerdo con el conocimiento, lo que nos aporta la modernidad. 
Desde algunas perspectivas el que en nuestro medio vivamos presos del acaso y distantes de la realización de lo que somos como algo que responde a la planificación razonable y a las intenciones compartidas, es una muestra de no haber accedido ni al conocimiento, ni a la tecnología. Entonces ¿En qué tipo de sociedad estamos viviendo?

Lo que sucede día a día no responde a la concreción de un plan, lo que sucede día a día son simplemente cosas que nos pasan. Así, se multiplican los ejemplos y en este contexto lo que nos podrá salvar será que tengamos buena suerte.

Colombia no es el único país en el que llueve y deja de llover. Esto es, en el que se presentan las consecuencias del cambio climático, pero sí tal vez es uno de los pocos en donde no estamos preparados para afrontar ni las épocas de lluvia ni las de no lluvia. Entonces nos refugiamos en la suerte. Nos tocó el fenómeno del niño o de la niña ¡Los fenómenos nos cogen por delante!

Así, cuando se caen los puentes o se derrumban nuestras carreteras, el asunto simplemente nos remite a la mala suerte. Y como lo tenemos tan interiorizado, no atinamos a pensar que en otras partes no se caen los puentes ni se desbarrancan las carreteras.

En esto pensaba cuando en estos días recorría el Museo Nacional y me encontré con los retratos de muchos de nuestros estadistas y gobernantes de hace unos cien años. Allí estaban nuestros presidentes pasados y, al verlos, la imagen que acudía a mi mente era la de estar en una especie de hall de los fracasados. Esa clase política que desde hace más de cien años fracasa y fracasa, y este pueblo testarudo que fracasa y fracasa ¿Hasta cuándo?

Esa clase política que fracasa y no se da cuenta de su fracaso! Porque unos son tan ignorantes que no lo percibieron, mientras que otros aunque lo sabían todo y sabían qué era lo que tocaba hacer, no lo hicieron por buscar beneficios propios. Los primeros son ignorantes, los segundos, delincuentes. Y ahora vienen los delfines ¿Será que seguimos esperando a que un día de estos un delfín haga lo que toca hacer? ¿Seguiremos siendo tan de-malas?

Si tuviésemos un plan de vuelo, sabríamos para dónde vamos en un país pletórico de posibilidades. Sabríamos que con otros polos de desarrollo en el país, Bogotá detendría su crecimiento, para bien del país, de Colombia y de todos. 

Sabríamos que nuestros recursos y patrimonio serían la perspectiva clara si a ellos se suma el conocimiento. Entonces nos la jugaríamos por la educación, pero de veras, no con espejismos y propaganda.

Sabriamos que la justicia y el tratamiento de los grandes delitos que se cometen y se publicitan, no son los realities que inventan los medios, sino motivos de vergüenza e indignación por los sustentos de las impunidades y el espectáculo de las absoluciones.

En este punto valdría la pena volver los ojos a la academia, a nuestros intelectuales para preguntarles por opiniones sustentadas en el conocimiento y la investigación acerca de cuál es el plan o sobre cómo debemos concebir el plan.

Sinceramente, desde la academia ¿Qué debemos hacer con nuestros yacimientos minerales, explotarlos o dejarlos enterrados protegiendo otras cosas? 

Desde la academia ¿Qué debemos hacer con nuestras diversidades? ¿Con las diversidades culturales? ¿Con las diversidades biológicas? ¿Con las diversidades de clima?

Desde la academia ¿Cuál debería ser el modelo económico que orienta las políticas? El que nos recomiendan los capitalistas financieros y los que han gobernado desde hace siglos más o menos lo conocemos, pero ¿Qué dice la academia?

Creo que debemos tener una opinión ilustrada ¡Que hable el conocimiento!

Dino Segura