Por: Dino Segura

Cofundador Escuela Pedagógica Experimental EPE

Me parece difícil encontrar razones que justifiquen lo que se hace hoy en la escuela, es más fácil enunciar razones para proponer que se hagan otras cosas. En primer lugar, debemos aceptar que, en el mundo del saber, las ciencias, las artes y en general, en el mundo de las ideas, se han dado muchos cambios frente a lo que se pensaba hace unos 200 o 300 años, por ejemplo, con respecto a lo que es el conocimiento o el aprendizaje.  A nuestro juicio esos cambios deberían de haber incidido en la manera como se organiza la escuela, en sus prácticas y por supuesto, en sus objetivos. A los vertiginosos cambios del saber debemos añadir los que se han dado en la tecnología. Si bien durante un tiempo las metas de la investigación se centraban en buscar alternativas para hacer más livianos y de mayor rendimiento nuestros esfuerzos físicos y habilidades manuales y se lograron innovaciones en el manejo del movimiento y sus transformaciones (la era de las máquinas), hoy estamos en una época en la que estamos delegando a las máquinas la posibilidad de tomar decisiones, sobre todo cuando tales decisiones o son rutinarias o dependen de múltiples consideraciones (variables) y datos, que a pesar de saber qué es lo que debe hacerse, son tan exigentes que se vuelven imposibles para nosotros mismos, especialmente por las duraciones que suponen tales ejercicios. Por ejemplo hacer operación sobre operación millones de operaciones, a veces muy simples.
Aunque desde hace mucho tiempo existen máquinas que toman decisiones, con los planteamientos de Ludwig von Bertanlanffy y Norbert Wiener (hace unos 80 años) se desencadenaron propuestas que muy rápidamente nos llevaron a la cibernética y con ello a sueños que ni siquiera se anticiparon entonces a lo que han llegado a ser ahora. La inteligencia artificial nos ha ayudado a conseguir soluciones que sin ella habrían sido imposibles (de esto hablaremos otro día). Por otra parte, si las máquinas producen textos deliciosos o soluciones interesantes a los problemas que investigamos o salidas inesperadas o no imaginadas por otros pero válidas, pues dejemos que las máquinas nos ayuden, después de todo puede ser que inventen otros mundos tan bellos o más bellos que el mundo en que vivimos.
Todo cambia, menos la escuela. A pesar de que por ejemplo la memoria ya no está en la cabeza sino en el bolsillo, seguimos confundiendo el conocimiento con la información y memorizando cantidad de procedimientos, algoritmos y datos, que seguramente no utilizaremos nunca. A pesar de que las máquinas de calcular pueden hacer millones de operaciones en segundos, las utilizamos especialmente para trivialidades desaprovechando otras posibilidades que cambiarían la escuela, por ejemplo, si se introdujera la dinámica de sistemas o si los métodos de simulación se proyectaran mediante recurrencias eludiendo así la resolución de las ecuaciones diferenciales. Cuando se empezó con estas exploraciones se llegó a los fractales y a las distribuciones fraccionarias que son fascinantes y que apenas comenzamos a incursionar en medio de sorpresas increíbles.
No quiero detenerme en una exposición acerca del aprendizaje y el conocimiento, pero sí vale la pena enunciar un par de afirmaciones que pueden llevarnos a pensar las cosas de otra manera. Lo primero es que los seres vivos estamos aprendiendo durante toda la vida, mientras estemos vivos. Es una característica de los seres vivos como lo plantean Maturana, Varela y Bateson, por ejemplo.
Lo segundo es que el aprendizaje es espontáneo (y podríamos decir, inconsciente) y surge como una emergencia. En este sentido, personas distintas en entornos similares tendrán experiencias de aprendizaje distintas. No debemos olvidar que en el aprender, el protagonista es quien aprende, con un protagonismo del que no se es consciente, pero en el que juega un papel determinante la experiencia, esto es la historia individual de cada quien.
El aprendizaje para los individuos es como la evolución para las especies. El ambiente cambia, las especies evolucionan y los individuos aprenden. Y lo que cada quien aprende depende de su experiencia, de sus interacciones con el entorno y por supuesto, del azar. Todos construimos nuestro lenguaje, pero los lenguajes que construimos dependen de los lenguajes que vivimos. Así también, las matemáticas que construimos dependen de nuestras experiencias, de las experiencias que vivimos. Y lo mismo podemos decir de las ciencias que construimos y de la cultura que elaboramos.
Hoy ya no necesitamos tener en la cabeza todas las informaciones y procedimientos, asunto que se justificaba hace 50 o 100 años, pues los tenemos en el bolsillo y los podemos utilizar en el momento en que queramos. Lo que sí es importante al respecto, es saber utilizar toda esa capacidad en el momento en que lo necesitemos, lo importante es aprender a convertir la información en conocimiento, la experiencia en conocimiento, la lógica en conocimiento, la imaginación en conocimiento, la experiencia en conocimiento … Al final, lo fundamental es el conocimiento, pues es lo que nos puede llevar del problema a una solución, o de la pregunta a una respuesta. No se trata de aprender las soluciones o las respuestas a los problemas que ya fueron resueltos (eso es también asunto de la información), se trata más bien de abocar problemas genuinos, problemas que son de verdad problemas.
En esto es de mucha utilidad recuperar las preguntas, las dificultades y los problemas para volverlos búsquedas colectivas, proyectos. Veríamos entonces como la información, por ejemplo, cobra sentido en cuanto contribuye a hallar diversas aproximaciones y posibilidades. Repitámoslo, en este caso las disciplinas resultan útiles y tienen sentido porque son ayuda para solucionar los problemas y avanzar en los proyectos. Es claro entonces que no podemos considerar que los proyectos son simplemente otra ruta para ir hacia las disciplinas.
Así pues, el trabajo por proyectos en el aula es una alternativa contemporánea para la escuela, pero a condición de invertir sus metas. No se trata de una opción para ir hacia las disciplinas (digamos enseñar física o química) sino para darle sentido a las disciplinas, cuando éstas se entretejen con la conversación y la experiencia, con la lógica y la creatividad, con la persistencia y la ética para solucionar un problema de verdad y construir esa magia que es el conocimiento.