Dino Segura

Coordinador General Corporación Escuela Pedagógica Experimental

Hay civilizaciones que parece que siempre serán inocentes. Parecen siempre acabando de nacer ¡Civilizaciones sin pasado! Son las civilizaciones del tercer mundo: Mirando qué hacen los otros para repetirlo y emular así en las novedades que se hacen modas, con la ilusión de lograr ser como ellos, ser contemporáneos. Tratamos de usar lo mismo, tratamos de parecernos a ellos. Y ellos nos venden bien caro ese aliciente, caro en dos sentidos, por una parte, en que efectivamente es muy costoso y, por otra, en cuanto con esa mirada colonial no nos vemos a nosotros mismos y entonces no desarrollamos lo que podríamos, en nuestras condiciones, que no son las de ellos, son distintas. Así se garantiza que no habrá competencia al saber único. no hay alternativa, el único sendero es el prescrito.

Esa es una mirada conveniente para el primer mundo que se alimenta con el paradigma de la globalización, que no es otra cosa que argumentar desde el desarrollo que la mirada hegemónica es la única mirada. Debemos hacer lo que ellos hacen (a nuestra medida), consumir lo que ellos consumen (un poco más caro), escuchar lo que ellos escuchan (es la estética contemporánea), estudiar lo que ellos saben (que es la verdad, la ciencia), desechar otras perspectivas como errores lamentables.

Así hemos llegado a convertirnos en un pueblo sin historia, como no la tenemos nos hemos auto-adoptado y decimos que somos occidentales, hijos de los griegos. Es una manera de ocultar nuestra incapacidad para explorar nuestra verdadera historia, que sospecho que sí existe.

Esto que es un asunto colectivo es también, un asunto individual. A nivel individual son las experiencias más elementales y cotidianas las que nos permiten a la vez comprender nuestras propias acciones, nuestras propias concepciones y nuestra vida, para construir, a partir de ello, una manera de interactuar con otros, con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. Son esas experiencias las que nos permiten conocer, comprender y utilizar ese conocimiento, para comprender más y, a la vez, para transformar más.

Es lo que nos posibilita construir el mundo que habitamos. Sin esas experiencias sencillas y superficiales no es posible dar significado ni al discurso poético ni al discurso científico. Todo nos lleva recurrentemente a lo más elemental, a la vida misma. Comprendemos a partir de nuestras propias experiencias, nadie nos puede transferir las suyas para comprender… En ese sentido, tratar de comprender las metáforas construidas sobre la vida y sobre el mundo en otras latitudes, es insensato, tal vez las memorizaremos, pero comprenderlas es otra cosa ¿No será que podemos inventar otras metáforas?

Como no tenemos historia personal o nuestra historia personal no nos remite al origen de las invenciones de sentido, frente a las ciencias hemos optado por memorizar, no por comprender. Repetimos la teoría, seguimos el procedimiento, aplicamos el algoritmo y ya. En la universidad nos formamos para repetir lo que ya existe, no para inventar algo más.

Y cuando aparecen evidencias de otras maneras de ser y comprender en nuestra historia, las miramos con una cierta sonrisa indulgente que nos dice que son meras anécdotas, no nada serio que deba tenerse en cuenta. La verdadera ciencia está en los textos escolares, el verdadero conocimiento, el conocimiento útil es el escolar. Las otras cosas son curiosidades, son anécdotas.

Nos negamos a construir nuestra historia. Por ejemplo, veamos estas anécdotas: una de civilizaciones peruanas, otra de los indígenas zenúes, en el valle del Magdalena. Tecnología de mas de 1500 años ayuda a combatir la sequía en Perú. Sistema hidráulico de antiguos zenúes evitaría inundaciones en La Mojana: EL HERALDO: REGIÓN CARIBE 15 de Septiembre de 2017 – 21:01

Y así andamos, colgados de las iniciativas y a veces de las estupideces de la metrópoli.
¿Lo que nosotros hacemos es anecdótico¡ Lo que ellos hacen es ciencia!! No lo dicen ellos, lo decimos nosotros.