Pues sí, estuve en Capurganá y en Medellín. Muy poco tiempo para tantas cosas, tan lindas, tan esperanzadoras y olvidadas …
Decir que somos un país de contrastes es comenzar buscándole el lado bueno a las cosas y tratar de ocultar nuestra miseria con el esplendor de paisaje y el prodigio de la naturaleza.
Capurganá es bello, con un mar generoso y unas gentes dispuestas a agradar, para ayudar, para complacer al visitante. Sin embargo, el impacto de los visitantes en las playas y senderos es aterrador.
A veces parece que intencionadamente se quisiera acumular basura, esa basura
eterna e indestructible en los sitios más encantadores y esplendorosos. Y le tiran basura al
mar y éste como que tratara permanentemente de devolverla y arrumarla en las playas. Así permanentemente en una lucha no declarada pero incesante entre los turistas y las
fuerzas de la naturaleza que persisten en seguir existiendo.
Claro, todo está abandonado. No existen senderos, ni avisos, ni guías adecuadas. No hay
un folleto que cuente dónde estamos, qué podemos hacer y cómo podemos hacerlo. Quien llega tiene que caer en manos de alguien que lo oriente con una concepción miope
buscando la ventaja inmediata y mezquina pues se carece de una mirada a plazo más
largo que garantizaría comodidades y expectativas permanentes de los visitantes.
Aún así es BELLO Capurgana y pues que haya estado en Capurganá ¿No Desearía volver?
¿Y Medellín? Es una nota. Yo no sé pero esos días habían barrido la ciudad ¡Qué cultura!
Con todo y las limitaciones del metro, es un metro que funciona, una cultura que funciona
y un orgullo que funciona. Y funciona haciendo que las cosas sean mejores. En las
estaciones todos quieren ayudar, indican, aconsejan, señalan y todo bien. Los paisas se
las traen. Del metro al cable. Ver esos cables gigantescos recorrer las comunas y
sentir cómo esas soluciones definitivamente son pródigas en respeto. Con los cables se
respeta a los otros que viven allá lejos y que en vez de demorar horas para llegar, están en
minutos en su casa.
Y con el Cable fuimos a Santo Domingo Sabio en la Comuna 1 ¡Qué tristeza!
¿Cómo así que una biblioteca que se había constituido en el emblema de la equidad y el
futuro y sobre la cual hubo tanta expectativa y que se alcanzó a inaugurar en la cima de
unos cerros, incluso con los reyes de España como invitados, tuvo que cerrarse porque se
está cayendo? ¿Qué nos pasa?
No basta con las buenas ideas, que hay muchas. Requerimos no solo de la persistencia y el
optimismo, que los tenemos. Es necesario el profesionalismo. Tenemos que aprender a
hacer las cosas bien. Los edificios no tienen por qué caerse, ni la carreteras que
derrumbarse, ni los puentes que colapsar.
Decir que somos un país de contrastes es comenzar buscándole el lado bueno a las cosas y tratar de ocultar nuestra miseria con el esplendor de paisaje y el prodigio de la naturaleza.
Capurganá es bello, con un mar generoso y unas gentes dispuestas a agradar, para ayudar, para complacer al visitante. Sin embargo, el impacto de los visitantes en las playas y senderos es aterrador.
A veces parece que intencionadamente se quisiera acumular basura, esa basura
eterna e indestructible en los sitios más encantadores y esplendorosos. Y le tiran basura al
mar y éste como que tratara permanentemente de devolverla y arrumarla en las playas. Así permanentemente en una lucha no declarada pero incesante entre los turistas y las
fuerzas de la naturaleza que persisten en seguir existiendo.
Claro, todo está abandonado. No existen senderos, ni avisos, ni guías adecuadas. No hay
un folleto que cuente dónde estamos, qué podemos hacer y cómo podemos hacerlo. Quien llega tiene que caer en manos de alguien que lo oriente con una concepción miope
buscando la ventaja inmediata y mezquina pues se carece de una mirada a plazo más
largo que garantizaría comodidades y expectativas permanentes de los visitantes.
Aún así es BELLO Capurgana y pues que haya estado en Capurganá ¿No Desearía volver?
¿Y Medellín? Es una nota. Yo no sé pero esos días habían barrido la ciudad ¡Qué cultura!
Con todo y las limitaciones del metro, es un metro que funciona, una cultura que funciona
y un orgullo que funciona. Y funciona haciendo que las cosas sean mejores. En las
estaciones todos quieren ayudar, indican, aconsejan, señalan y todo bien. Los paisas se
las traen. Del metro al cable. Ver esos cables gigantescos recorrer las comunas y
sentir cómo esas soluciones definitivamente son pródigas en respeto. Con los cables se
respeta a los otros que viven allá lejos y que en vez de demorar horas para llegar, están en
minutos en su casa.
Y con el Cable fuimos a Santo Domingo Sabio en la Comuna 1 ¡Qué tristeza!
¿Cómo así que una biblioteca que se había constituido en el emblema de la equidad y el
futuro y sobre la cual hubo tanta expectativa y que se alcanzó a inaugurar en la cima de
unos cerros, incluso con los reyes de España como invitados, tuvo que cerrarse porque se
está cayendo? ¿Qué nos pasa?
No basta con las buenas ideas, que hay muchas. Requerimos no solo de la persistencia y el
optimismo, que los tenemos. Es necesario el profesionalismo. Tenemos que aprender a
hacer las cosas bien. Los edificios no tienen por qué caerse, ni la carreteras que
derrumbarse, ni los puentes que colapsar.
Hay tantas cosas qué decir, que después las continuaré diciendo…
Dino Segura