Imagínate que en esa escuela no hay notas!! 

Y así comienza una conversación de alguien que acabando de conocer la Escuela Pedagógica Experimental (EPE) comenta con sus amigos lo que ha visto.

Y continúa entonces con una serie de manifestaciones de sorpresa que entre otras cosas incluyen que en la EPE no hay muros, ni puertas, ni vigilantes, ni manual de convivencia, ni reglamentos …

No falta quien al escucharlo comente que, eso sí debe ser el despelote más grande, la vagancia instituida, la ley de la selva …

Pero, la sorpresa se completa cuando sabemos que el MEN contrató a la EPE para que acompañara a otras instituciones que tenían problemas de rendimiento académico en el programa de Aliados 10 (2017), o que la EPE, desde hace tiempos, mantiene relaciones con la Secretaría de Educación de Bogotá ofreciendo programas de formación a maestros oficiales (2018) o que según estudios independientes, la EPE es la institución de enseñanza media que más estudiantes en ciencias a nivel superior (universitario) tiene, junto con el Juan Ramón Jiménez de Bogotá (2016) en la Universidad Nacional de Colombia o que la EPE tuvo tres grupos de investigación reconocidos en Colciencias hasta hace poco (2015) o que la EPE ha publicado unos siete libros y más de 50 artículos sobre lo que hace y cómo lo hace.

 Así pues, la EPE no es una anécdota, es más bien una propuesta de escuela alternativa que existe efectivamente en Bogotá (Colombia).

 La EPE se fue haciendo realidad en la medida en que como un arbusto fue creciendo y hubo en su entorno un grupo de personas que asumieron la tarea de crearle las condiciones para que pudiera llegar a ser lo que podía llegar a ser, no la concreción de una idea inventada por alguien…

 Tenemos entonces que la EPE es lo que es, no lo que alguien planeó un día que debería ser …

 Elementos para comprender la propuesta EPE

A las observaciones citadas sobre lo que es la EPE, debemos añadir otros aspectos sorprendentes en una institución escolar, que se relacionan tanto con la organización del día a día como con el trabajo por proyectos o acerca de las relaciones interpersonales. Sin embargo, en vez de hacer una descripción detallada de ello, que se puede consultar en otros documentos (ver, por ejemplo, Segura, D. y otros, 2007, Segura, D., 2008 o HACIA UNA ESCUELA CONTEMPORÁNEA: la práctica hecha teoría, Segura, 2018, que es una colección de artículos publicados en los últimos años), preferimos echar mano de algunos criterios que nos permitirán ver la EPE desde diferentes perspectivas, ya sean políticas, pedagógicas, epistemológicas, disciplinares, etc., de manera coherente y general.

La obediencia y la democracia

Ya en algunos trabajos anteriores hemos llamado la atención sobre el papel de la obediencia en la escuela (Segura y otros, 2007). Planteamos que la obediencia es “la cualidad” más importante para ser exitoso en las escuelas, todos saben lo que tienen que hacer y cómo deben comportarse de acuerdo con las jerarquías y reglamentos existentes. Podríamos pensar que la escuela (o el sistema educativo) se ha esforzado por anticiparse a todas las posibles situaciones y ha definido los comportamientos o acciones deseables y, a la vez, las consecuencias de no comportarse dentro de los parámetros previstos. La obediencia se exige en frente de las personas y también en frente de los reglamentos y demás referentes que existen para TODO y para TODOS en la escuela. Todos obedecen desde el rector o director (que tiene que dar cuenta de sus actuaciones a sus superiores) hasta los estudiantes pasando por el personal de servicios y administrativo.

Nosotros hemos vivido la exigencia explícita de esos referentes. La primera pregunta de los niños recién llegados a la EPE es por el manual de convivencia, ¿qué se puede y qué no se puede hacer? Pero las preguntas acerca de los fines y metas tienen diversas procedencias, para los maestros y para los padres de familia es también importante saber qué se enseña y cómo se da el tratamiento a los procesos de enseñanza y de aprendizaje, en este caso la pregunta es por el currículo. Y, así podríamos ir por los diversos referentes escolares usuales y hallaríamos normas, reglamentos y controles por doquier. Ahora bien, la existencia de las normas en la escuela es criticable en cuanto evita las posibilidades de decidir autónomamente y, en ese sentido, en cuanto atentan contra la dignidad y la democracia. Aquí estamos en una encrucijada pues es evidente que en una sociedad como la nuestra existen normas que no se erigen contra la dignidad y la democracia de tal suerte que su acatamiento más bien forma parte de la vida democrática. Esto tiene que ver con los procesos de construcción de los procesos democráticos en la escuela, inspirados en mucho en los planteamientos de Francisco Varela que nos llevan a la enactividad (Varela, 1995).

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