¿Será que la delincuencia está en el poder?
Dino Segura
Co Fundador Escuela Pedagógica Experimental
Desde hace un tiempo siento que hay algo equivocado al considerar tanto la corrupción como la política en nuestro país y me parece que el asunto se hace peligroso máxime cuando nos están señalando internacionalmente como uno de los países más corruptos, peor gobernados y exageradamente peligrosos. Lo primero es que no podemos identificar la delincuencia con la derecha. Y me refiero a la derecha en términos de la política. Digamos, de una manera demasiado elemental, que en todas las sociedades cuando se habla del futuro a partir del presente, hay quienes ven en nuestros valores tradicionales elementos claves para construir una sociedad. Hay mucho qué conservar tanto de nuestros valores ancestrales, como de nuestra diversidad, … De otro lado existen también urgencias por la introducción de desarrollos y novedades no solo en el ámbito de la ciencia y la tecnología, también en la iniciativa individual y la creatividad y el pensamiento. A los primeros se les llama conservadores y también, políticos de derecha, a los segundos liberales o gente de izquierda. A los primeros se les sitúa con un énfasis en el orden, a los segundos con énfasis en libertad. Pero en estas maneras de pensar que podrían conducirnos a maneras diferentes de ver nuestro país y más aún a decidir qué debemos buscar cuando pensamos en quienes nos dirigen, no hay delincuencia. (Este asunto podría seguir y seguir, pero no hay espacio para ello…)
Y me parece que, con ciertos matices, hasta hace relativamente poco en nuestro país existía gente de izquierda y gente de derecha. Pero hace unos veinte años, con la llegada del nuevo milenio, las cosas cambiaron un tanto sorpresivamente y también con cierta lógica. Ya desde los setentas y ochentas del sigo pasado se había hecho importante la producción y tráfico de drogas. Hubo bonanza marimbera en la época de López Michelsen, hubo propuestas de los narcos a Belisario Bentancur y hubo una guerra horrible en los gobiernos de Barco y Pastrana, pero sobre todo hubo una incidencia negativa en los valores más valiosos de los seres humanos y de los seres ciudadanos. Lo que se ha denominado la cultura del camino fácil (traqueta), como decía Antanas refiriéndose a las leyes de los atajos.
En los noventas se dieron simultáneamente varias cosas, por una parte, con Gaviria presidente se cerraron las posibilidades de la ciencia y la tecnología como salidas deseables para nuestro desarrollo y economía (con la apertura económica). El dinero del narcotráfico se hizo visible con el aparecimiento en nuestro mercado de bienes y productos que barrían con nuestra pobre e insipiente industria y nuestro lángido comercio legal.
La seguridad se fue deslizando definitivamente hacia lo informal para quedar en manos de mercenarios y ejércitos pagados por gente pudiente como los hacendados y por el estado (el gobierno) mismo. La guerrilla se fortaleció en medio de una cascada de errores tanto de la guerrilla como del gobierno. Por una parte, la guerrilla se hizo cruel e insensata uniendo el secuestro al narcotráfico y por otra el gobierno incumplió los múltiples acuerdos de paz que se planearon y pactaron. Posiblemente la cultura derivada del narcotráfico es la responsable de haberse concebido el poder, esto es, el llegar a los cargos de elección popular como un negocio. Desde hace un tiempo llegar a ser senador es un negocio que se logra con una inversión que se sabe de cuánto vale (y los narcos tienen con qué hacer esa inversión). Y se sabe que una vez conseguida la elección se convertirá en fuente de ingresos a través de múltiples estrategias, los puestos y cargos, los contratos, las exenciones, etc.
Entonces con el gobierno convertido en un negocio en el que sin ninguna vergüenza se roban todo hemos llegado a ser uno de los países más corruptos del mundo. Todo es insólito, aquí sucede lo inimaginable. Como quienes nos gobiernan se dicen de derecha y a la vez, la oposición los señala como gente de derecha entonces se dice que los de derecha son delincuentes. Pues no, creo que el análisis no es correcto.
A mi manera de ver lo que sucede es que los delincuentes han convertido a las instituciones públicas de elección popular en sí mismas en un negocio y en un puente para hacer otros negocios que serán disfrutados por el grupo de facinerosos que colabora para ganar las elecciones (amedrentar electores, comprar votos, etc.). Y este grupo de facinerosos no son ni de derecha ni de izquierda, son simplemente delincuentes. Como Los últimos gobiernos han sido de derecha entonces calificamos a los de derecha de delincuentes, pero los delincuentes podrían decirse de izquierda y entonces diríamos que los de la izquierda son delincuentes.
Como los delincuentes que están en el poder se dicen de derecha, a quienes de verdad son políticos de derecha les da pena decir que son de derecha y entonces prefieren decir que son de centro. Y siguiendo con el jueguito, los que son de centro pasaron a ser de izquierda … Creo que aquí nadie es de verdad de izquierda. Lo que creo es que lo primero que debemos sopesar al pensar en las elecciones es en no votar por delincuentes, ni de derecha ni de izquierda.
Para terminar, quiero anticipar que de todo esto lo más grave es que muchas personas decentes están identificando la acción y actividad política como sospechosa y se ha llegado a decir cuando se habla de esto que todos son lo mismo. Es importante recalcar que la gente que está en la política y aún quienes están en están en cargos directivos no necesariamente son delincuentes, que hay muchos (ojalá fueran la mayoría) que han ocupado cargos públicos de manera honesta y ejemplar; más aún, existen algunos, por no haber convertido el erario público en una piñata han sido descalificados por sus mismos copartidarios.