Por: Dino Segura Robayo
Co Fundador Escuela Pedagógica Experimental
Cuál normalidad, la miseria, el desempleo, …
Una queja frecuente en unos noticieros es el desabastecimiento que se generó por las movilizaciones que fueron acompañadas por bloqueos en las vías. Los bloqueos a la vez que produjeron el desabastecimiento, desembocaron en pérdidas de los productos perecederos que no pudieron comercializarse, tal es el caso de la leche y las frutas. Esos comunicadores y algunos funcionarios expresan su deseo de volver pronto a la normalidad, que no es otra cosa que a la situación en que nos encontrábamos antes de las protestas.
Yo creo que todos deseamos que cese el desabastecimiento y que los campesinos y pequeños productores no sigan perdiendo, sin embargo, en donde hay diferencias es en los deseos que se enuncian como fin de las protestas. Porque, al plantear el deseo de volver a la normalidad si bien se tienen en cuenta algunas víctimas de la movilización, no se tienen en cuenta las víctimas que son más numerosas y para quienes esa normalidad es precisamente el motivo contra la cual se plantea la protesta.
Ya desde antes de la protesta el DANE había publicado los índices de pobreza y de miseria del país que corresponden incluso a la Colombia antes de la pandemia. Son los índices de la normalidad a que se desea volver. Existe en la actualidad un déficit grande de empleos y a la vez una imposibilidad mayor para acceder a la educación. A la vez es el momento en que Colombia posee el número más grande de personas en edad productiva. Para otro país con estructuras de educación, producción y comercio pujantes, sería el momento de tener un desarrollo vertiginoso. Pero no, Colombia no tiene las condiciones. Y no tiene las condiciones porque desde hace 25 años se le cortaron las alas a la industria, a la investigación y a la creatividad.
En este momento quien tiene que pagar los platos rotos es Duque, a quien no se le ocurre nada, pero la situación es la consecuencia de los gobiernos que hemos tenido por lo menos en los últimos 25 años, desde Gaviria. En los tratados de libre comercio y la apertura económica han coincidido nuestros gobernantes. Y los tratados de libre comercio condujeron a la desaparición de nuestra industria. Se lograron precios bajos para ciertos productos a cambio de la muerte de nuestra industria. Como consecuencia, el desempleo.
A cambio de la industria los gobiernos pensaron (y piensan) en un país sustentado por el extractivismo: el carbón, el petróleo y otras cosas. Pero esa elección conduce al gasto de algo que no es renovable. Esa elección conduce a generar divisas sin generar empleo pues las exportaciones de esos bienes no tienen valores agregados. A lo que conducen es a una devaluación de la moneda. Si nuestros horizontes no son la sustitución de importaciones, que era el objetivo hace 30 años, hoy decimos, ¿Para qué el conocimiento? Claro, antes nos quejábamos de no contar con doctores (especialistas en investigar). Ahora hay doctores y, ¿Para cuáles investigaciones?, ¿Quién podrá financiarlas? ¿Cuáles institutos de investigación si en 25 años prácticamente los cerraron todos?
Entonces, volviendo a las protestas, debemos ponernos de acuerdo en qué es lo que llamamos normalidad para efectivamente querer volver a ella. La normalidad debería ser que nuestros campesinos no estén trabajando a pérdida por tener que competir con las frutas y frutos que vienen baratos de otras partes en donde existen subsidios para la agricultura. La normalidad no puede ser el desempleo, debería ser que haya puestos de trabajo para nuestros jóvenes en una industria que aunque en el momento no puede competir con la experiencia de otras latitudes, debe tener una oportunidad para su desarrollo.
La normalidad no puede ser la exclusión frente a la educación, debería ser la existencia de grandes proyectos de investigación que acogieran a nuestros profesionales del conocimiento y dinamizaran las universidades con perspectivas claras de realización para ellos y para el país. La normalidad no puede ser la indolencia frente al delito, la normalidad debería ser que los dineros de la droga no deformen la industria y el comercio creando competencias desleales a quienes producen honradamente tanto en el campo como en la industria. La normalidad no puede ser volver a ese estado de cosas en donde vemos cómo se desmorona un país que posee todas las condiciones tanto de recursos como humanas para lograrlo todo.