¡Por favor, maestros dejen de enseñar!

Por: Dino Segura

Co Fundador Escuela Pedagógica Experimental 

Muchas de las determinaciones que se toman en educación incluso en los modelos pedagógicos vigentes se basan en la existencia del proceso de enseñanza aprendizaje. Este proceso tiene muchas interpretaciones dependiendo de los especialistas, pero en todas existe una relación (a veces de causalidad) entre la enseñanza y el aprendizaje de suerte que lo que hace el maestro está determinado por los aprendizajes que espera que resulten del proceso o, de otra manera, que lo que se espera que aprenda el estudiante estará determinado por las enseñanzas del maestro.

No voy a desarrollar las consecuencias de esta concepción, diré solo que de él surgen implicaciones muy concretas por ejemplo para la enseñanza de las disciplinas (las didácticas) y los procesos de evaluación. Surgen entonces técnicas para conseguir los aprendizajes, algo así como cómo enseñar los conceptos o cómo elaborar en la clase las relaciones entre ellos.

Digamos de todas maneras que esta concepción deja por fuera situaciones de aprendizaje y, en fin, aprendizajes muy importantes y evidentes que no requieren de maestro y que todos vivimos de manera a la vez, misteriosa y llena de éxitos. Me refiero a esos aprendizajes autónomos como el de la lengua materna y de muchos determinantes sociales articulados con la cultura que tienen que ver con comportamientos y valores.

Como todos logramos estos aprendizajes entonces nos parece evidente y si se quiere lógico que, por ejemplo, todos compensemos el tiempo con la rapidez (“corra chino que se nos hizo tarde”) o que utilicemos los metros y reglas para medir sin haber sido conscientes o sin haber comprobado que “dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí”. Y, así hay tantos aprendizajes que fueron logrados sin maestro entre los cuales tenemos el manejo de nuestro cuerpo para desplazarnos, lanzar, saltar, etc. Así pues, casi todo lo que hacemos y los conocimientos que necesitamos para vivir en el día a día han sido logrados por nosotros mismos sin ayuda de nadie y en particular sin un maestro que nos estuviese enseñando.

Uno se pregunta a veces, y lo que se aprende en la escuela, de verdad, ¿Para qué sirve?

Lo que está tomando fuerza en nuestros días es otra manera de ver el aprendizaje. Resulta que, así como los innumerables sistemas solares que existen en el universo no han requerido de un demiurgo que los arme y ponga en funcionamiento. Así como los infinitos ecosistemas que existen en nuestro planeta están en funcionamiento en procesos de equilibrio dinámico con seres vivos y no vivos, con depredadores y presas, con intercambios energéticos y tantas otras cosas y no fueron construidos por nadie. Así como existe todo esto en el planeta, también existe el aprendizaje espontáneo que surge de la interacción de los seres vivos con su entorno. El aprendizaje es entonces, o forma parte de, un proceso de auto-organización.

Y con todo esto aparece la necesidad de la humildad, que nos diferencia de los humanos de hace unos años, que se creían omnipotentes y reyes de la creación (y como tales han actuado llevando al planeta al extremo lamentable que estamos viviendo). Humildemente debemos reconocer que no sabemos cómo se originó cada átomo o cómo están estructuradas las moléculas o cómo se armó ese sistema solar en el que vivimos. Una vez constituido inventamos una explicación, pero estamos en total incapacidad de aventurar una anticipación para lo que será.

Así pues, de la interacción entre los seres vivos y su entorno surge el aprendizaje, ¿cómo?, no sabemos. De la interacción entre las especies y su entorno surge la evolución, tampoco sabemos cómo. Tal vez lo único que podemos aventurar es que todo eso se da en un contexto de incertidumbre ¿Azar, caos?.

No sabemos cómo surge el aprendizaje en general ni cada aprendizaje en particular. Lo que sí sabemos es que el aprendizaje puede ser más rico o más pobre, dependiendo de las interacciones que se den con el entorno y así, de entornos ricos en sorpresas, problemas, conflictos, preguntas, surgirán aprendizajes muchos más ricos en cuanto el entorno será más incitante.

Ahora bien, si lo que encuentra el ser vivo en el entorno son respuestas, afirmaciones, procedimientos e instrucciones para lograr cada cosa, pues el aprendizaje será mucho más elemental y pobre. Es como si se viaja con GPS, se encuentra todo, se llega a la meta, pero no se sabe cómo, ni se aprende mucho de la ruta que se siguió, las interacciones que casi siempre son desencadenadas por los errores, fueron mínimas. Si me tengo que aprender el algoritmo, lo memorizo, lo aprendo e incluso lo uso, pero he perdido la oportunidad de conocer los vericuetos de la invención y la creatividad. Yo no estuve presente en esos procesos. Llegué a la meta, no se sabe cómo.

Volviendo al inicio, digamos que realmente entre la enseñanza y el aprendizaje no existen muchas relaciones. Pero los estudiantes aprenden muchas cosas en esos procesos y son aprendizajes que usualmente no son planeados por sus maestros. En general por la manera como están organizadas las escuelas casi todos aprenden que hay que ser obedientes.

Y este aprendizaje se da en un contexto de arbitrariedad. Se aprende también que lo que se aprende es importante para conseguir evaluaciones satisfactorias, no por su valor en sí mismo (que importancia pueden tener para la vida las identidades trigonométricas o la campaña de Alejandro Magno). Se aprende también que los criterios de buena o mala conducta dependen de quien está a cargo de la disciplina y que en ello puede haber injusticias y que hay que aceptarlas. Se aprende que cada quien se encuentra en su sitio, con estipulaciones precisas de tal suerte que en general la participación y con ello la democracia y la autonomía no son posibles.

En la nueva concepción de aprendizaje lo que se espera de los maestros es otra cosa, ¿Qué?