Por: Dino Segura

Co Fundador Escuela Pedagógica Experimental EPE

Luego de cerca de un año de inaugurado el gobierno del cambio estamos seguros de que no se ha perdido el tiempo. Por lo menos eso indican las discusiones y diatribas que escuchamos con respecto a los proyectos planteados. Encontramos entonces razones para pensar en que se cumplirán las promesas (al menos, algunas). Por otra parte, también se nota que existen territorios abandonados. En otras áreas no encontramos iniciativas ciertas y lastimosamente no existen propuestas derivadas de reflexiones sustentadas por algo más que las buenas intenciones.

Y es que en estos casos hay paradojas (o, como diría mi hermano, carambolas a tres bandas que aún no han realizado su circuito total) y un ejemplo claro es lo que sucede en educación en donde Petro coloca como ministro a un especialista en la salud y no se sabe todavía para dónde va la cosa. Y ¿Dónde está la paradoja? El asunto es que, todos, cuando han sido preguntados, plantean que la educación es muy importante. Hay quienes desde arriba denostan, ¡es lo más importante! Pero curiosamente es precisamente en educación en donde no hay nada qué contradecir …

Parece que para muchos el problema fundamental es que esa educación que tenemos y que da vergüenza, se universalice, llegue a todos, que todo el que quiera pueda acceder a las carreras profesionales. Universidad para todos. Es ver el panorama a pedacitos. Y ¿Qué hacemos con los profesionales si no existen posibilidades de realización profesional como sucede con muchos arquitectos en uber? El papel de la educación debemos entenderlo en contexto. Las perspectivas ciertas de Colombia en diferentes áreas serán las que determinen qué es lo que hay que estudiar. La emergencia de grandes proyectos de aprovechamiento de nuestro patrimonio será un el elemento determinante para decidir qué estudiar, por ejemplo. Pero si no existen ni los planes nacionales, ni los grandes proyectos, lograr metas importantes en nuestra formación a lo sumo será importante para adornar las paredes de nuestro estudio o la sala de la casa, como sucede con incontables diplomas de doctorado. Lo que sucede en el tercer mundo es que los títulos y certificados solo sirven para cumplir con las exigencias de las convocatorias, ser bachiller, tener maestría, ser doctor, porque muchas veces detrás de los certificados, hallamos nada. Otras veces nos encontramos con capacidades desperdiciadas.

Ahora bien, la meta no puede ser ser doctor, la meta es que existan investigaciones en marcha. Y Colombia no puede estar en la posibilidad de financiar cualquier investigación, tenemos que sacar adelante las investigaciones que necesitamos para recuperar nuestra nación y para crear fuentes y opciones de desarrollo en diferentes áreas. Hay experiencias buenas.S e trata, por ejemplo, de crear horizontes ciertos y recuperar nuestro territorio lacerado por la improvisación, la ignorancia y la delincuencia derivadas de todas esas explotaciones casi siempre ilegales que mucho han hecho para destruirlo. Este es un buen ejemplo de lo que requerimos con urgencia: planes de restauración y recuperación del medio ambiente y de las fuentes de agua y de nuestros páramos y de nuestros ecosistemas en general.

Todo esto tiene que ver con la educación y nos hace pensar en la necesidad de un plan de desarrollo, algo así como un plan para Colombia, que se proyecte con un manojo de opciones y posibilidades, de sueños y de empresas que articuladamente lo hagan posible desde la ciencia y los saberes, desde nuestro preescolar y los doctorados, desde las iniciativas de las veredas y las propuestas de nuestros niños, desde la creatividad de nuestros maestros…

Creo que de verdad hay cosas en qué pensar. Uno de los problemas para ver lo que hay que hacer es que no vemos cómo vivimos pues para nosotros como que las cosas están bien (eso nos lo creemos), nos hemos acostumbrado a ellas y, ¿para qué pensar, para qué amargarnos la vida? Veamos esto, a mí me parece alarmante, ¿no les parece a ustedes que deberíamos pensar en ello?

Ya lo he anotado antes y ha sido uno de los resultados más repetidos de las investigaciones, una de las variables determinantes en la profundización de la inequidad en nuestro país, es la educación y recordemos, Colombia es uno de los países más inequitativos del mundo. ¿Qué podemos hacer para que no se siga repitiendo ese ciclo perverso que se sintetiza en que los hijos de los que más tienen reciban una mejor educación que los hijos de quienes menos tienen y que entonces las diferencias entre unos y otros se hagan cada día mayores?

Tenemos que seguir soñando y pensar que en algún momento tenemos que dar el primer paso para lograr un único sistema educativo que acoja por igual a los hijos de todo el mundo, de todos los colombianos. En América Latina otros lo han logrado, ¿Por qué nosotros no? ¿Cuánto vale? Pero les aseguro que sí vale la pena pensar en que los hijos de los trabajadores y los artistas, de los desarrapados y los banqueros, esto es los hijos de todo el mundo deberían ir a las mismas aulas, ser compañeros, condiscípulos … Eso no es comunismo, es justicia. Cómo será que hasta los gringos lo hacen.

En un gobierno del cambio creo que deberíamos pensar en ello.

Y hay otras cosas, que les comentaré luego …