Uno de los problemas que surgen de la manera como está organizada la escuela es la idea de que existen respuestas certeras a todos los interrogantes incluso a aquellos “elementales” y cotidianos, que se le pueden ocurrir a cualquiera. Las cosas se organizan de tal manera que el maestro prepara las respuestas a las preguntas que él mismo o que él a través del texto, ha previsto para la clase. Se trata de respuestas estandarizadas que forman parte de los contenidos.
Cuando por la curiosidad de los niños aparecen preguntas fuera del guion previsto, se suele recurrir a evasivas que se relacionan con la organización curricular (eso lo veremos el año entrante) o a la especialización de los docentes (eso puedes preguntarlo al profe de química) o a la inquietud intelectual excesiva de los estudiantes (¡se te ocurren unas cosas! …).
Pero la idea es que alguien sabe lo que tú preguntas o lo que tú quieres saber. Entonces la ilusión que prevalece es que efectivamente uno puede ir a las instituciones educativas y escolares aprender, a conocer las respuestas a preguntas e inquietudes que con mucha frecuencia nos acompañan. Y la canción lo dice;: “el niño va a la escuela porque quiere aprender”.
Esta idea está acompañada de otra que sin expresarse explícitamente empieza a corroer nuestra confianza en nosotros mismos: con frecuencia nos explican y no entendemos, pero lo peor es que aparentemente hay muchos otros que sí entienden: ¿Seré yo, acaso? Entonces aprendemos a ocultar nuestra ignorancia.
Bueno, lo cierto y es lo que definitivamente no se dice es que prácticamente nadie sabe nada del mundo en que vivimos. Hemos inventado unas cuantas historias que nos tranquilizan un tanto al respecto, pero que no son otra cosa que asuntos inventados, cuya veracidad compartimos con otros, pero que se erigen como algo que hemos acordado casi siempre por conveniencia. Claro, sobre los artefactos domésticos, reconocemos sin ruborizarnos que no sabemos nada. O es que alguien puede explicar el funcionamiento de esos electrodomésticos. Me refiero a los calentadores, los hornos y estufas y las planchas, ordenadores y celulares … Tenemos una vaga idea, pero por ejemplo la manera como están vinculados con la inteligencia artificial es bastante desconocida. Tampoco conozco a nadie que cuando alguno de estos artefactos se dañe, emprenda la tarea de arreglarlo. Se da con frecuencia más bien la recomendación, dile a tu papá que no se ponga a eso, que llamemos a un técnico. Y el técnico viene y lo arregla y sabe arreglarlo, pero con frecuencia tampoco sabe cómo o por qué funciona como funciona.
Todos esos artefactos son eléctricos y, ¿Quién sabe qué es la electricidad (¿Campo o partícula?).
Es como eso tan ordinario de que todas las cosas caen y, qué es la gravedad (¿Onda o partícula?).
Recuerdo que en la clase de física encontrábamos finalmente que, ante la dificultad para decir qué era la temperatura, nos conformábamos con anotar que la temperatura es lo que marca el termómetro. Y quedábamos satisfechos. Pues sí ante las preguntas más espontáneas se abren abismos de ignorancia …
Y creo que la ignorancia no es un problema, se han logrado muchas cosas a pesar de ella e incluso debido a ella. Lo que puede ser un problema de verdad es la presunción de conocimiento, cuando lo que nos embarga es la ignorancia. Y es un problema porque en vez de reconocerlo lo que hacemos es darle a la ignorancia un ropaje atractivo y engañoso que cierra o clausura las búsquedas posibles.
En alguna manera esto nos conduce a claudicar al conocimiento del qué y más bien centrarnos en el conocimiento del cómo. Porque a pesar de no haber avanzado mucho en torno al conocimiento del mundo que nos rodea (que para muchos es imposible epistemológica y fisiológicamente) los mundos que construimos a partir de las interacciones que se dan entre los seres vivos y en particular, entre nosotros y ese mundo desconocido, nos tranquilizan y le dan sentido a la existencia. En particular se han elaborado muchas alternativas para superar dificultades y carencias y digámoslo, para ser felices, que debería mantenerse como una meta importante. Hemos establecido en particular que no estamos solos y que es posible elaborar relaciones que le darán sentido y razón de ser a nuestra existencia.
Ahora bien, si nuestras escuelas renunciaran a repetir las respuestas a las preguntas que presuntamente tienen respuesta y en eludir aquellas para las que las respuestas no existen, el mundo escolar sería distinto. No estaríamos viviendo en torno a las falsas seguridades que nos dan las respuestas de siempre, que repite todo el mundo y que ocultan la ignorancia, sino que nos centraríamos en la búsqueda de respuestas a nuestras preguntas pertinentes que podrían conducirnos en el marco del cómo a aventurarnos a hacer algo con lo que disponemos y nos enorgullece en vez de estar tratando de repetir lo que otros hacen y que está muy distante de nuestros intereses y posibilidades.