En el presente están los problemas. Los problemas de hoy no tienen espera. Los cambios climáticos en el planeta, la pobreza en el 50% de la población; la inequidad especialmente en Colombia, las perspectivas de desertificación por el afán en el aprovechamiento de los recursos naturales, que más que recursos son nuestro patrimonio, son asuntos que deben resolverse hoy, no son problemas del futuro. Son recursos para otros, pero para nosotros son nuestro patrimonio. 

Los niños son muy capaces. El concepto que tenemos de los niños, sin uso de razón e incapaces de abordar problemas reales ha dejado de existir, nuestros niños están en capacidad de proponer soluciones a los problemas más complejos con una ventaja enorme, la cultura prefigurativa que les permite anticiparse a los acontecimientos. 

Y no es un juego ni una casualidad, se trata de una realidad que vivimos cotidianamente. ¿Con qué autoridad moral determinamos el futuro? Los adultos de hoy carecemos de autoridad moral para imaginar o prefigurar o construir el futuro de nuestros niños y, en tal sentido, para definir lo que deben aprender. 

¿Acaso no hemos sido nosotros, nuestra generación, la que más ha contribuido al deterioro de medio ambiente? ¿Acaso no hemos sido nosotros los artífices de una sociedad de la que nos sentimos avergonzados y que queremos que no sea la que tienen que vivir nuestros hijos? 

Afortunadamente la posibilidad de que los jóvenes participen en la determinación de lo que ellos mismos deben aprender es más que una posibilidad, es un imperativo..