Si votaran los que nunca votan serían los electores de nuestros próximos gobernantes.
Creo que nunca antes habíamos visto a Colombia en un estado tan deplorable como el que estamos viviendo. Tal vez siempre ha habido trampas, injusticias, corrupción. Tal vez nuestros gobernantes siempre han sido venales e incapaces. Pero estamos viviendo una época en la que esas prácticas han llegado a límites inimaginables, pero todo (o casi todo) se sabe. Y como todo se sabe, no importa hacia dónde miremos ni qué miremos.
En todo caso se nos presenta un panorama desalentador aumentado con conductas tan descaradas que da tristeza. Entonces las preguntas son: ¿Qué debemos hacer? ¿Cómo debemos actuar para que los descontentos y protestas que se están organizando en muchas partes contribuyan, por una parte, a superar las dificultades concretas que se presentan? y, por otra ¿Cómo lograr un nivel de razonamiento político que nos lleve a cualificar las decisiones a la hora de elegir y con ello a romper los hábitos que han garantizado la permanencia en el gobierno de los mismos personajes de siempre, la misma clase política de siempre?
Esta nota es desalentadora, pero no puede ser de otra manera.
El abandono manifiesto que hoy se convierte en tragedia en regiones que han visto desde siempre cómo se ha negado reiteradamente la satisfacción de las necesidades mínimas. Poblaciones sin agua como en el Chocó y en general, en el Pacífico, una de las regiones más húmedas del planeta.
Ríos que se destruyen y se llevan para otra parte como en la Guajira en donde la explotación de carbón ha incidido negativamente en la satisfacción de las necesidades de las rancherías y demás habitantes de la península.
Laderas y montañas destruidas por la presencia de colonos que desplazados y forzados a ir loma arriba tienen que sembrar en las tierras menos aptas para la agricultura con el consiguiente aumento de la erosión, la escorrentía y el vertimiento de suelo a los ríos. Y mientras esto sucede, encontramos que las tierras que deberían ser dedicadas a la agricultura por su fertilidad y localización se dedican en unos casos al pastoreo extensivo y, en otros, a la construcción y expansión de ciudades, como en la Sabana de Bogotá.
Las consecuencias son claras: inundaciones en invierno y sequías en verano debido a la pobre retención en montañas y páramos.
Por otra parte, nos encontramos con que hasta los puentes acabados de construir están en riesgo de desplomarse, carreteras recién inauguradas están taponadas por derrumbes y eso que han sido contratadas con sobrecostos que son tan altos que permiten que aun pagando sobornos de 11 millones de dólares, sean rentables para quienes las construyen!!
Y en el terreno de las obras públicas nos encontramos con que en Colombia se están cayendo los edificios recién construidos.
En este siglo la construcción de un edificio es algo que está totalmente resuelto, sobre eso todo se sabe. Y, si todo se sabe, entonces: ¿Por qué se caen los edificios? Creo que ahí se une la corrupción que lleva a los constructores a buscar mayores ganancias envileciendo las mezclas y cambiando las normas establecidas técnicamente, con la precaria formación en valores que se recibe en el sistema educativo y en particular en las universidades. Y las universidades en un sospechoso silencio. Y las sociedades de profesionales, en un sospechoso silencio y los órganos de control, en un sospechoso silencio y los medios de comunicación en un sospechoso silencio. Nosotros no podemos mantenernos en un sospechoso silencio.
Por otro lado, mientras se publicitan como en una competencia miserable los valores exorbitantes de las infamias y los robos, el gobierno manifiesta que para cumplir con los acuerdos logrados en las conversaciones con los maestros: ¡No hay dinero! Y ¡Tampoco hay dinero para cumplirle a Buenaventura¡ ¡El descaro no podría ser mayor¡ Esta lista de desazones podríamos aumentar otras quejas relacionadas con el sistema judicial y la impunidad, o con el poder legislativo y el valor de la mermelada ¡Creo que es suficiente!
La pregunta inicial es, qué vamos a hacer en frente de este estado de cosas, en frente de este país que se desmorona en las manos a quienes siempre lo han gobernado y ante los ojos indiferentes de una sociedad absorta. Es tal vez inútil pedirle a quienes siempre nos han gobernado con corrupción e incapacidad que ahora sean honestos. Lo único que se vislumbra es la posibilidad de considerar críticamente los discursos de quienes aspiran a mantenerse gobernando como siempre lo han hecho, con las consecuencias que estamos viviendo. NOSOTROS SOMOS LO QUE TENEMOS QUE CAMBIAR NUESTROS HÁBITOS POLÍTICOS. Si votaran los que nunca votan ellos serían los electores de nuestros próximos gobernantes.
Entre paréntesis:
(El proceso de paz sigue avanzando, lentamente, pero avanzando. Ya seguirá abiertamente la entrega de armas y la incorporación de la guerrilla a la vida política de Colombia ¿Cambiará el panorama con estas perspectivas?).
Dino Segura
En todo caso se nos presenta un panorama desalentador aumentado con conductas tan descaradas que da tristeza. Entonces las preguntas son: ¿Qué debemos hacer? ¿Cómo debemos actuar para que los descontentos y protestas que se están organizando en muchas partes contribuyan, por una parte, a superar las dificultades concretas que se presentan? y, por otra ¿Cómo lograr un nivel de razonamiento político que nos lleve a cualificar las decisiones a la hora de elegir y con ello a romper los hábitos que han garantizado la permanencia en el gobierno de los mismos personajes de siempre, la misma clase política de siempre?
Esta nota es desalentadora, pero no puede ser de otra manera.
El abandono manifiesto que hoy se convierte en tragedia en regiones que han visto desde siempre cómo se ha negado reiteradamente la satisfacción de las necesidades mínimas. Poblaciones sin agua como en el Chocó y en general, en el Pacífico, una de las regiones más húmedas del planeta.
Ríos que se destruyen y se llevan para otra parte como en la Guajira en donde la explotación de carbón ha incidido negativamente en la satisfacción de las necesidades de las rancherías y demás habitantes de la península.
Laderas y montañas destruidas por la presencia de colonos que desplazados y forzados a ir loma arriba tienen que sembrar en las tierras menos aptas para la agricultura con el consiguiente aumento de la erosión, la escorrentía y el vertimiento de suelo a los ríos. Y mientras esto sucede, encontramos que las tierras que deberían ser dedicadas a la agricultura por su fertilidad y localización se dedican en unos casos al pastoreo extensivo y, en otros, a la construcción y expansión de ciudades, como en la Sabana de Bogotá.
Las consecuencias son claras: inundaciones en invierno y sequías en verano debido a la pobre retención en montañas y páramos.
Por otra parte, nos encontramos con que hasta los puentes acabados de construir están en riesgo de desplomarse, carreteras recién inauguradas están taponadas por derrumbes y eso que han sido contratadas con sobrecostos que son tan altos que permiten que aun pagando sobornos de 11 millones de dólares, sean rentables para quienes las construyen!!
Y en el terreno de las obras públicas nos encontramos con que en Colombia se están cayendo los edificios recién construidos.
En este siglo la construcción de un edificio es algo que está totalmente resuelto, sobre eso todo se sabe. Y, si todo se sabe, entonces: ¿Por qué se caen los edificios? Creo que ahí se une la corrupción que lleva a los constructores a buscar mayores ganancias envileciendo las mezclas y cambiando las normas establecidas técnicamente, con la precaria formación en valores que se recibe en el sistema educativo y en particular en las universidades. Y las universidades en un sospechoso silencio. Y las sociedades de profesionales, en un sospechoso silencio y los órganos de control, en un sospechoso silencio y los medios de comunicación en un sospechoso silencio. Nosotros no podemos mantenernos en un sospechoso silencio.
Por otro lado, mientras se publicitan como en una competencia miserable los valores exorbitantes de las infamias y los robos, el gobierno manifiesta que para cumplir con los acuerdos logrados en las conversaciones con los maestros: ¡No hay dinero! Y ¡Tampoco hay dinero para cumplirle a Buenaventura¡ ¡El descaro no podría ser mayor¡ Esta lista de desazones podríamos aumentar otras quejas relacionadas con el sistema judicial y la impunidad, o con el poder legislativo y el valor de la mermelada ¡Creo que es suficiente!
La pregunta inicial es, qué vamos a hacer en frente de este estado de cosas, en frente de este país que se desmorona en las manos a quienes siempre lo han gobernado y ante los ojos indiferentes de una sociedad absorta. Es tal vez inútil pedirle a quienes siempre nos han gobernado con corrupción e incapacidad que ahora sean honestos. Lo único que se vislumbra es la posibilidad de considerar críticamente los discursos de quienes aspiran a mantenerse gobernando como siempre lo han hecho, con las consecuencias que estamos viviendo. NOSOTROS SOMOS LO QUE TENEMOS QUE CAMBIAR NUESTROS HÁBITOS POLÍTICOS. Si votaran los que nunca votan ellos serían los electores de nuestros próximos gobernantes.
Entre paréntesis:
(El proceso de paz sigue avanzando, lentamente, pero avanzando. Ya seguirá abiertamente la entrega de armas y la incorporación de la guerrilla a la vida política de Colombia ¿Cambiará el panorama con estas perspectivas?).
Dino Segura